¿Por qué existe la música?
Todas las actividades de la cultura humana comenzaron en alguna época prehistórica oscura. La música, no debió ser una excepción. Debió apoyarse necesariamente en la evolución paulatina de los primeros hallazgos sonoros y en una inventiva desarrollada y cultivada con ahínco por los primeros músicos de la prehistoria.
Pero aquellos esfuerzos de observación y creatividad, fuese para cantar, para danzar o aun ¿por qué no?, para imitar sonidos del ambiente, debieron tener alguna otra finalidad desde los mismos orígenes. Quizá la mejor pregunta que uno se puede hacer al pensar en todos aquellos pioneros anónimos, aquellos lejanos antepasados que descubrieron la música, sea:
¿Por qué se tuvo la ocurrencia de amenizar el ocio, o los ritos, precisamente con música?
Es interesante detenernos en este punto.
Entre todas las artes, la música parece ser la más difícil de justificar en su existencia como una necesidad del espíritu humano. Puede ser sorprendente, pero si preguntásemos a la gente por qué o "para qué" existe la música, obtendríamos un sinfín de respuestas heterogéneas imposibles de resumir en un contexto claro. Pero preguntemos si es posible un mundo sin música... habrá un rotundo ¡NO! casi unánime.
Es que las demás artes son mucho más explícitas en cuanto al contenido de lo que pueden querer transmitir. Otros artistas se valen de medios tan concretos como las palabras, las formas materiales y las imágenes. Los músicos, en cambio, no.
Por cierto, en ocasiones la música se asocia con otras artes, para conseguir una expresión más concreta, pero será siempre bajo una condición: Si, por ejemplo, las palabras se incorporan a la música, será en forma de canto y entonces la música y las palabras deberán congeniar entre sí, pues de lo contrario el resultado podrá caer hasta en el ridículo.
La percepción musical es un proceso mental muy complejo.
¿Un ejemplo?
En una habitación donde hay una música de fondo podemos conversar con la persona que tenemos al lado y entender lo que dice sin que la música nos moleste. Pero viene alguien y levanta el volumen del sonido. Queremos seguir hablando y ahí la música se vuelve molesta, casi un ruido. Pero si la persona a nuestro lado dice sólo tonterías, puede ser que la conversación sea un barullo molesto, porque habríamos comenzado a atender a la música aunque nadie hubiese levantado el volumen.
De manera muy parecida, si el texto de una canción nos resulta más interesante que la música en sí, no será lo mismo que a la inversa. Claro que si ambos elementos congenian entre ellos, entonces percibiremos la experiencia como un todo unificado.
Es posible que sin esa capacidad de la percepción auditiva los sonidos nunca se pudieran ordenar en nuestra mente para darles un significado comprensible. Hay personas "sin oído" - decimos - que no logran entender la música, y la causa parecería estar justamente en una incapacidad para una síntesis mental de los sonidos que perciben. Se conjetura que la causa de este defecto estaría en que hay un alto grado de abstracción en el hecho musical, pero esa abstracción no puede ser en grado absoluto. Entonces la síntesis quedaría incompleta y los sonidos carecerían de sentido. Veámoslo mejor a continuación.
Por alguna causa, la música necesita ser asociada con otras zonas del pensamiento y las percepciones
Con frecuencia los músicos se refieren al "lenguaje musical", a la "frase" como componente del "discurso musical", al "color" de las combinaciones sonoras, hablan de la "paleta orquestal", de las "formas" y hasta de la "arquitectura" de una obra musical. En realidad, se trata evidentemente de metáforas, pues la música no habla, carece de forma visible o palpable, el espectro de las ondas del sonido no coincide con el de la luz y no se puede descomponer en colores.
Se ha formulado toda clase de teorías intentando explicar por qué una proporción estimable de personas asocia los sonidos musicales con algún lenguaje sin palabras, espacios, formas y hasta colores, concordando así con las metáforas que los músicos suelen usar. Por alguna causa que aún no se ha logrado explicar bien, cualquier persona que escucha por ejemplo una sucesión de sonidos cuyas frecuencias (vibraciones por segundo) van en aumento, dice que la progresión es "ascendente" y casi nunca al contrario. A la inversa, si las vibraciones por segundo van decreciendo, la percepción es que el sonido "cae" hacia regiones "profundas" (sonidos de muy baja frecuencia) y los calificamos como "sonidos bajos". Y también decimos que un sonido de muy alta frecuencia es "agudo" como si pudiese tener filo o punta, le medimos el "volumen" como si hubiese algún espacio ocupado.
Y en ocasiones, también decimos que algunas voces tienen "dulzura" pero otras son "ásperas".
La gran pregunta: ¿Podemos evadirnos del mundo sonoro?
Aquí habría que hacer una distinción entre oír y escuchar. Quien oye no necesariamente escucha. Para asociar mentalmente un sonido cualquiera con algún otro tipo de sensación, tiene que poner por lo menos un mínimo de atención, escuchando. No importa mucho si el sonido proviene de una orquesta sinfónica o de la naturaleza. Y, entonces, nuestro cerebro debe interpretar de alguna manera la sensación percibida, y lo hace por comparación con información guardada en la memoria. Cuando, en cambio, un estímulo produce una sensación que no se puede comparar con nada que la persona recuerde, resulta incomprensible... y hará un esfuerzo por asociar lo que oye con algo que ya conoce.
Ahora bien, el sonido está en todas partes y comparte una multitud de otras sensaciones a un mismo tiempo. No es sorprendente que la memoria registre entonces toda clase de asociaciones. Por eso es que los sonidos rara vez nos serán indiferentes y que tenemos tendencia natural a asociarlos con alguna otra cosa, excepto, claro está, que jamás prestemos atención a lo que nuestros oídos nos permiten percibir. Es posible que quien sea incapaz de escuchar con atención el viento o el canto de las aves, el retumbar del trueno, el murmullo del follaje o del agua en un arroyuelo, el chasquido de las olas al borde del océano y muchos sonidos más de la naturaleza, además del ruido humano que ríe, grita y llora, quizá sea también incapaz de comprender la música en profundidad.
Esto no quiere decir que nunca oiga música, pero podrá serle casi siempre una experiencia más o menos intrascendente por falta de asociación de ideas... aunque luego asegure que no imagina un mundo sin música.
¿Podemos concluir con esto en que el ruido, de cualquier origen, sería la esencia que da origen a la música?
Podría ser que sí, pero entendiéndolo únicamente desde un punto de vista evolutivo. Es decir, de lo elemental hacia lo elaborado. Desde la materia prima en bruto hasta una obra de contexto estético.
Al igual que los sonidos musicales, el ruido contiene las cuatro cualidades del sonido, que son: altura, intensidad, duración y timbre, pero el ruido no es música. Puede producir asociaciones de ideas, sí, pero en forma desordenada. El ser humano necesita crear orden en todo aquello que percibe y, en el caso de los sonidos, es posible que la música sea el único recurso mental para crear ese orden.
¡A pensar un poco en todo esto y hasta la próxima! 🙂
Gustavo Britos Zunín